Por Evelin:
La barriguita está grande, me siento más pesada que nunca y más sensible. Bueno, ¿dónde nos quedamos?... ¡ah! ya me acordé, les estaba contando sobre los sentimientos encontrados que tenía cuando me hice las pruebas de embarazo. Aunque, Gian y yo no estábamos pensando en encargar un bebé, en el fondo de mi corazón tenía el deseo de quedar embarazada.
¿Qué era lo que me estaba pasando? era la gran pregunta que me hacía. Sin darme cuenta, empezaba a soñar con una personita que iba ser el fruto del amor de mi esposo y yo. Cuando miraba a una mujer embarazada, suspiraba; cuando miraba a los niños sonreír, añoraba que esa fuera la sonrisa de mi hijo. Mis pensamientos se aglomeraban de un instinto protector y formador al ver a los bellos niños. Sin imaginarlo, la ilusión por ser mamá había crecido en mí, más no en mi esposo. El era feliz siendo amado, avanzando en sus quehaceres diarios y logrando junto a mí las metas trazadas, así que busque la forma más sutil y sabia de hablar con él sobre el tema de ser papis. Recuerdo que cuando conversamos de ello, él me miró y dándose cuenta de mi ilusión me dijo que lo buscaríamos después del año de casados y no dijo más nada. No insistí, pues consideré prudente no hacerlo. Obviamente, tuve que guardar toda mi ilusión para cuando Dios nos enviara su bendición. Chicas, esto no es tan fácil, pero lo hice.
Después de un año de matrimonio, noté ligeros cambios en mi esposo en cuanto a su relación con los niños. Realmente, eso sí era raro. Recuerdo que Gian empezó hacer comentarios por el facebook sobre videos de niños, también observé que él disfrutaba jugar con los hijos de nuestros amigos. Por lo tanto, me atreví a preguntarle por segunda vez la idea de ser papis. Esta vez su respuesta fue positiva, aunque percibía aún sus dudas y sentía que en el fondo él miraba este hecho como algo remoto. En conclusión, ambos decidimos esperar la visita de la cigüeña.
Pasaron tres meses más, y la ausencia de mi período nuevamente era notorio, claro que no le presté mucha atención. Después de un mes aproximadamente, en una salida con mi mamá, ella me miró y me dijo: “hija, estás embarazada”. Yo estaba totalmente sorprendida del comentario. Apenas llegué a casa me hice la prueba casera de embarazo y, ¡oh sorpresa! era positivo, la cigüeña nos había visitado. Me alegré muchísimo e, instantáneamente, llamé a mi esposo para darle la buena noticia. (Si deseas conocer su reacción, lee el artículo ¿Papá por primera vez? ¡Qué miedo!).
Yo estaba volando en un jardín de flores por la felicidad que me embargaba, la cual aumentó cuando me enteré que ya contaba con dos meses de embarazo.
¿Tú, ya experimentaste la gran ilusión de ser mamá por primera vez?
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